sábado, 24 de diciembre de 2011

Investigación histórica, geográfica, y cultural sobre los vampirosLa controversia sobre vampiros en el siglo XVIII Parte 2

Escrito por Pilar Guiroy
Según investigaciones recientes, y a juzgar por la segunda edición del trabajo en la obra de 1751, Calmet demostró en realidad un escepticismo hacia todo el concepto de vampiro. Admitió que ciertas partes de los testimonios, como la preservación de los cuerpos, podían llegar a  ser ciertas. Sea cuales fueren sus convicciones personales, el aparente apoyo de Calmet a las creencias en los vampiros tuvo gran influencia sobre otros estudiosos de su tiempo.
Eventualmente, la emperatriz María Teresa de Austria envió a su médico personal, Gerhard van Swieten, a investigar. Él concluyó que los vampiros no existían, y entonces la emperatriz creó leyes que prohibían abrir tumbas y profanar cuerpos.
Este fue el final para la epidemia de vampiros. Para entonces, sin embargo, muchos sabían sobre estos seres, y pronto varios autores adoptarían y adaptarían el concepto de vampiro, dándolo a conocer al público general.
Nueva Inglaterra
Durante los fines del siglo XVIII y del siglo XIX la creencia en los vampiros se esparció por toda Nueva Inglaterra, especialmente en Rhode Island y el este de Connecticut. En esta región hay muchos casos documentados de familias que desenterraban a sus seres queridos para sacarles sus corazones, creyendo que el muerto era un vampiro responsable de las enfermedades y muertes del resto de la familia, aunque nunca se utilizó el término ‘vampiro’ para describir al cadáver.
La tuberculosis, o tisis como se la conocía en ese momento, se creía que era causada por visitas nocturnas de un miembro familiar fallecido, que había muerto de esta enfermedad. El caso registrado más famoso (y el más reciente) es el de una joven de 19 años, Mercy Brown, que murió en Exeter, Rhode Island en 1892. Su padre, asistido por el médico de la familia, removió su cadáver de la tumba dos meses después de su muerte.
Le sacaron el corazón entonces y lo quemaron hasta convertirlo en cenizas. Una narración de este incidente fue encontrado entre los papeles de Bram Stocker y la historia guarda similitudes con eventos de su novela clásica, Drácula.

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