Bluatsauger, el Vampiro alemán.
Se trata del vampiro clásico de Alemania. Su nombre puede traducirse al inglés como Bloodsucker, "chupasangre".
De aspecto pálido y siniestro, este vampiro se alimenta sólo de sangre, tanto humana cómo animal. Generalmente se trata de difuntos sin bautizar o adeptos a la magia negra. Se sabe que gritar el nombre del Señor los ahuyenta inexorablemente.
Casi siempre las intervenciones de este vampiro en las leyendas populares son precedidas por algún brote de enfermedad. Generalmente se acusaba de ser un Bluatsauger al primero en morir durante una plaga.
Uno de los medios para impedir que el sospechoso de ser un vampiro se levante de la tumba, era colocarle un racimo de uvas debajo del mentón; aunque a veces sólo bastaba con ponerle una moneda o una piedra en la boca.
Todos estos métodos, curiosamente, no impiden la transformación de un cadáver en vampiro, sino que anulan su capacidad de moverse, y por lo tanto, de salir de su sepulcro. Es decir, para matar a un vampiro siempre hay que confrontarlo, no es posible eliminarlo antes de su metamorfosis, precisamente porque antes de alzarse como vampiro, es simplemente un cadáver.
Todos sabemos lo complicado que resulta matar algo que carece de vida; y este detalle no pasó desapercibido para aquellos pueblos que creen en vampiros. Allí radica el motivo por el que abundan métodos y medicinas tradicionales cuyo único fin es limitar a la tumba la existencia del vampiro.
De hecho, y salvo algunas pocas variantes, las formas de matar a un vampiro fuera de su sepulcro son siempre las mismas: las estacas, el fuego, el vinagre, y no mucho más.
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